CODEVIVIAL participó en el programa "Por cuenta propia, la economía de carne y hueso" por RCR 750 AM , donde se habló sobre la Ley de Arrendamientos con Román Ibarra y miembros del Cómité.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Escucha el programa "Por cuenta propia , la economía de carne y hueso" 5/11/2011
Escucha el programa "Por cuenta propia , la economía de carne y hueso" 5/11/2011
CODEVIVIAL participó en el programa "Por cuenta propia, la economía de carne y hueso" por RCR 750 AM , donde se habló sobre la Ley de Arrendamientos con Román Ibarra y miembros del Cómité.
CODEVIVIAL participó en el programa "Por cuenta propia, la economía de carne y hueso" por RCR 750 AM , donde se habló sobre la Ley de Arrendamientos con Román Ibarra y miembros del Cómité.
sábado, 29 de octubre de 2011
Escucha el programa "Por cuenta propia , la economía de carne y hueso" 29/10/2011
CODEVIVIAL participó en el programa "Por cuenta propia, la economía de carne y hueso" por RCR 750 AM , donde se habló sobre la Ley de Arrendamientos con Román Ibarra y miembros del Cómité.
viernes, 28 de octubre de 2011
Estímulo
Adjunto el contenido de un e-mail que recibimos, por resumir el espíritu de la defensa que llevamos a cabo.
"Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenazas, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes".
Señores del Comité
Mi familia quisiera apoyarlos en su comité. Analizar y apreciar críticamente los procesos sociales, políticos, económicos y culturales en el país, con miras a la reafirmación y consolidación de los valores democráticos y republicanos, y el fortalecimiento de la ciudadanía activa, por medio del estímulo de los liderazgos de base y naturales de las comunidades, la convivencia social, la solución pacífica de los conflictos y la observación permanente y el respeto de los Derechos Humanos Universales.
Estaria enormente agradecida que me informaran el itinerario para unirme a esta noble causa por la defensa de los derechos humanos.
“Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes”.
Art. 55 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
"Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenazas, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes".
Señores del Comité
Mi familia quisiera apoyarlos en su comité. Analizar y apreciar críticamente los procesos sociales, políticos, económicos y culturales en el país, con miras a la reafirmación y consolidación de los valores democráticos y republicanos, y el fortalecimiento de la ciudadanía activa, por medio del estímulo de los liderazgos de base y naturales de las comunidades, la convivencia social, la solución pacífica de los conflictos y la observación permanente y el respeto de los Derechos Humanos Universales.
Estaria enormente agradecida que me informaran el itinerario para unirme a esta noble causa por la defensa de los derechos humanos.
“Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes”.
Art. 55 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
jueves, 20 de octubre de 2011
martes, 18 de octubre de 2011
Kafka y Orwell están cada día más cercanos a nosotros.
¡Y HASTA EL DERECHO A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL NOS NEGARON!
Josefa Zambrano Espinosa
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad
que amamos a Venezuela y en especial a los miembros del
MOVIMIENTO PARA LA DEFENSA DEL PATRIMONIO FAMILIAR
y del COMITÉ DE DEFENSA DE LA VIVIENDA EN ALQUILER
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar
Martin Niemöller
Sonó el teléfono y atendió la llamada, pero no reconoció la voz. Era una desconocida colega abogada que la invitaba a unirse a una protesta contra una nueva ley que reduciría sus derechos a la nada. Recordó que había leído en la prensa y escuchado en algunos noticieros y programas de opinión sobre lo que estaba pasando en la ciudad, en el país: un dedo índice señala un edificio, un monumento, una fábrica, una estatua y la palabra “Exprópiese” retumba en un tono tan pedante como grotesca es la boca que la pronuncia.
Eran las dos de la tarde. El sol quemaba la piel, enceguecía la mirada y aun así decidió asistir. Pensó que podría hacer el mismo recorrido que hacía cuando todavía litigaba en los tribunales de la esquina de Pajaritos. Caminó desde la estación del Metro en la esquina de La Bolsa hasta la iglesia de San Francisco, y al igual que en los tiempos idos entró un rato a orar ante el Santísimo expuesto. Salió, esperó el cambio de luz del semáforo y atravesó la calle para dirigirse a la puerta este del Palacio Legislativo, el lugar indicado para unirse al grupo de manifestantes.
No había terminado de poner un pie en la acera sita a la reja que aísla el palacio de la calle, cuando una voz militar le gritó: “¡Alto!, no puede caminar por aquí”. Retrocedió y buscó de nuevo la esquina para hacerlo por la acera del frente, y fue cuando vio la primera pancarta: “SÍ A UNA LEY JUSTA, NO A UNA LEY QUE DESPOJA”.
Al acercarse, poco a poco fue leyéndolas una a una, pues quienes las portaban intentaban en vano evitar al inclemente sol levantando delante de sus rostros las pancartas: “NO A UNA LEY INCONSTITUCIONAL”, “LA LEY ‘DIOSDADA’ VIOLA LOS DERECHOS HUMANOS”, “LA LEY DE ARRENDAMIENTO ELIMINA EL DERECHO A LA PROPIEDAD”, “NO A UNA LEY CARENTE DE EQUIDAD”. Mas del otro lado de la calle, justo al lado de la puerta que da acceso al Palacio Legislativo, estaba otro grupo de personas, hombres y mujeres vestidos con franelas y gorras rojas, que alzaban los puños con violencia y gritaban: “Escuálidos y escuálidas, explotadores y explotadoras, los vamos a joder”. “P’alante mi comandante” “Escuálidos oligarcas, ven a mí que tengo flor”, mientras exhibían una pancarta gigante: “La vivienda es un bien de uso público y no una mercancía RED METROPOLINANA DE INQUILINOS”, al tiempo que unos muchachos ataviados con gorras también rojas y lentes oscuros agitaban en un movimiento epiléptico, desenfrenado una enorme bandera roja con letras amarillas: “FRENTE DE RESISTENCIA A LOS DESALOJOS ARBITRARIOS”.
Acosada por el sol y el calor que le cuecen la piel y le enrojecen aún más el rostro, la abogada escucha cada vez más alto los gritos e improperios y casi siente en su cuerpo la descarga de la violencia gestual de aquellos puños en alto; desesperada corre a cobijarse a la sombra del árbol que está frente a la puerta por la que se supone debe entrar. Piensa que realmente se trata de una ley malhadada y descabellada. Cierra los ojos. Sobresaltada los abre de nuevo al creer ver ante una gigantografía con los orwellianos slogans: “LA GUERRA ES LA PAZ LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD LA IGNORANCIA ES LA FUERZA”. Ve también la monstruosa y descomunal cara de globo del Gran Hermano. Cree que el bochorno la hace alucinar. A su alrededor todo se oscurece, siente que le falta el aire y que hasta se puede desmayar. Busca el árbol y aliviada se recuesta del tronco. De pronto algo duro le golpea dos veces el hombro derecho y una voz le ordena: “¡Retírese inmediatamente de ahí!”. En su letargo ve al hombre vestido de verde oliva que sube y baja la mano que sostiene el rolo con el cual la ha tocado. La mira con el mismo desprecio con el que aleja de una patada a un perrito callejero que quiso orinarse al pie del árbol, sólo que a ella, además, le ha negado hasta el derecho a cobijarse bajo la generosa sombra de un árbol.
El sol quema muy fuerte y le enciende más el rostro, corre hacia a la puerta donde se han aglomerado todas las personas que como ella han sido convocadas para asistir a la discusión de una ley de disparatado nombre: Ley de Regularización de los Arrendamientos para la Vivienda. Mira a su alrededor y sólo ve a mujeres sencillas que al igual que ella han dejado atrás los cincuenta, hombres maduros que aún trabajan o están en edad de jubilarse, muchachos veinteañeros que se nota claramente andan acompañando a sus madres, pero por ningún lado se ve a los adinerados latifundistas del campo ni a los prósperos empresarios y exitosos profesionales de la ciudad. La mayoría son habitantes de las zonas populares y de urbanizaciones de clase media venida a menos.
Cada rostro eleva su voz: “Mi padre con mucho sacrificio construyó un edificio para asegurar un futuro a sus hijos y nietos, ahora está invadido porque dizque nos ha sido expropiado sin que nadie nos dé razón de pago alguno”. “A mi madre, una anciana, cuando fue a reclamar al inquilino la falta de pago, éste le ha echado agua caliente causándole graves quemaduras”. “Vengo de Villa de Cura donde vivo con esta hija, porque no me pagan el alquiler ni me quieren devolver la casa. No sé qué hacer porque la pensión no me alcanza ni para completar lo de las medicinas”. “A ella, que en su casa tenía unas habitaciones alquiladas, la han echado a la calle con lo que tenía puesto y no la dejaron volver a entrar. ¡A su casa! Ni siquiera la dejaron sacar a un perro y un lorito y hasta donde supo, se los dejaron morir de hambre, ¡de haaambre!”. “¿Cómo voy a hacer? Estoy recién graduado de médico y mi novia también, nos vamos a casar, pero no hay ni un aviso en el periódico ofreciendo un apartamento a nuestro alcance para alquilar”. “Nadie quiere alquilar, y menos una habitación”. “Compré un apartamento del Banco Obrero y lo pagué con tanto sacrificio, ahora que necesito una pieza para mi hija que perdió su casa con las lluvias y está en un refugio, no la puedo ayudar porque la persona que vive ahí no quiere desocupar, y encima me la tengo que calar todos los días”. Las voces se elevan y entremezclan formando un coro de palabras ya ininteligibles. Se niega a creer tanta infamia y crueldad, tanto odio albergado en el corazón humano.
Del otro lado aparece un hombre joven con flux oscuro, corbata roja, lentes y un peinado tan cursi como el nombre de la ley, que le dice a uno de los militares que vigilan la entrada: “A esos escuálidos, latifundistas urbanos, oligarcas golpistas, no los dejen entrar”. Interroga sobre quién es ese hombre con aire de reprimido sacristán y alguien le dice un nombre tan caricaturesco, mezcla de ciudad de la antigua Grecia con ovino que se somete a la voluntad ajena, que sin poder evitarlo se echa a reír creyendo que se trata de un gracioso chiste.
Pero cuando ante la puerta se plantan un portero y una mujer muy maquillada, con el cabello rubio oxigenado y las uñas casi tan largas como las de un mandarín pero pintadas con florecitas, portando ambos unas listas en las manos. Comenzaron a nombrar personas, sólo que todas eran las vestidas de rojo y se apresuraban a entrar en medio de un gran desorden.
Luego, la mujer con una voz aguda y chillona les espetó: “Ninguno de ustedes puede entrar porque no aparecen en la lista”. Cerraron la puerta y se alejaron, dejando a los manifestantes con sus pancartas y ropa multicolor frente a los militares inmóviles, pero apuntándolos con sus metralletas.
Grita: “Yo también soy una ciudadana venezolana y tengo los mismos derechos que ellos”, y al ritmo de un redoblante invisible comienza a recitar con devoción las palabras de Kafka: “Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora (...)”.
Al pronunciar la última palabra, su cuerpo comienza a agitarse, las manos le cubren el rostro y las lágrimas incontenibles comienzan a humedecerle las mejillas y la blusa. “La ley –balbucea—debería ser siempre accesible para todos”.
La gente aplaude y algunas de las mujeres tratan de consolarla, y es entonces cuando ahogando los sollozos su voz se eleva y clama: “Unamos nuestras manos y acompáñenme a cantar :
Que el yugo lanzó
La Ley respetando
La virtud y honor”.
Imagen cortesía de Pedro León Zapata y el diario El Nacional.
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